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Chichén sigue asombrando al mundo

Kukulcán descendió ante los ojos atónitos de 10 mil personas.

Pisté, Yucatán, 22 de marzo de 2023.- A las cuatro de la tarde con 57 minutos,  Kukulcán descendió ante los ojos atónitos de 10 mil personas que poco a poco iban mirando la formación de los siete triángulos isósceles sobre el lateral de la escalinata norte del Castillo.

Lentamente fue descendiendo, hasta la parte baja, donde finalmente descansa apacible, a ras de tierra, la cabeza de la enorme serpiente emplumada, cuyos ojos de piedra parecieron mirar en silencio a los visitantes reunidos frente a ella, quienes a ratos lanzan alaridos, gritos para comunicarse con los dioses y así poder ver el descenso completo y pleno de Kukulcán.

Como en los viejos tiempos, Chichén es un bullicio, una ciudad llena de voces, tal vez de ecos fantasmales, de sonidos prehispánicos, de tambores forrados de cuero y de gente viva que vinieron de varias partes del mundo para presenciar esta maravilla del Mayab.

Uno de ellos, Amancio Vilchis Ortega, arropado con un traje típico, viajó desde Tijuana hasta Pisté. En el trayecto de 4,183 kilómetros, “gastó” 25 mil pesos, casi todos sus ahorros.

“Hasta mordidas tuve que dar”, sonrió sentado frente a la serpiente emplumada. “En un minuto bajará Kukulcán. No traje mi burro para decirme cómo se llama este Estado. Si Pisté o no Pisté”.  Mirando su Ipad insistió en su narración: “Aquí bajará la serpiente a ver si no me muerde”.

Era uno de los miles de turistas: alemanes, españoles, argentinos…gente de ojos rasgados y más, como Tatiana, quien tiene 30 años viviendo en Yucatán y que es guía de turistas rusos. Ella es ucraniana y se vistió con el hermoso terno yucateco. La gente, al verla, se fotografiaba con ella.

Pero Chichén no sólo es turismo. A su alrededor se mueve el comercio.

Según se constató, en las afueras del sitio, la gente está dedicada al comercio de imitaciones de artículos prehispánicos, de mascarones de barro y de madera, de artículos con plumas, de camisetas con bordados en colores fosforescentes.

Es un negocio… Un negocio de “franeleros” que agitan sus trapos rojos para acomodar más y más automóviles y que cobran 80 pesos por la estancia. Improvisados, los estacionamientos de suelo de tierra albergan autobuses de lujo y automóviles particulares.

Es un día de fiesta en Chichén, donde los guías de turistas también hacen “su agosto”, como se dice, varios de ellos con credenciales apócrifos, que cuentan historias fantásticas de Chichén, incluso sin sustento histórico. Ofrecen, durante el recorrido botellas de agua a 60 pesos o bolis de agua azucarada a 50 pesos, precios que sólo los extranjeros se atreven a pagar.

Pero lo importante aquí es que Kukulcán descienda de nuevo para que los hombres y mujeres puedan mirarlo a través de las sombras, como lo ha hecho desde los primeros siglos después de Cristo cuando la ciudad fue fundada y también descendió cuando quedó abandonada por la última generación de reyes y guerreros que se fueron a refugiar en los petenes de Guatemala.

Fue aquella época cuando esos edificios se cubrieron de vegetación, de la propia naturaleza como si fuera un manto verde, mágico.

Ahí están ahora, recuperados, frente a los turistas europeos, como aquellos españoles que llegaron a conquistar México, o como cuando Diego de Landa, en 1562, a nombre de la iglesia destruyó los códices mayas en Maní o el egoísmo que movió a Edward Thompson para saquear el Cenote Sagrado, y otros más que se llevaron la riqueza material de este complejo arquitectónico maya.

El fenómeno de luz y sombra, de sol y luna (pues hay Kukulcán lunar), es objeto de admiración. Chichén sigue hoy asombrando a miles de visitantes locales, nacionales y extranjeros como en sus etapas de esplendor, por su juego de pelota donde los vencedores eran sacrificados, por el antiguo observatorio para mirar a Venus y seguir la constelación de Orión.

Chichén Itzá maya y Chichén Tolteca, como recién aclaró el periodista Félix Ucán, es un libro abierto para seguir leyendo.

Kukulcán descendió y visitó a los hombres desde el Castillo, el enorme calendario de 91 escalones por cada uno de sus cuatro lados, que anunciaba el inicio de períodos de cultivo, de vida.

Durante el descenso los gritos comunes fueron: “¡Siéntense!”, porque la gente trataba de captar imágenes y dejaba sin visión a los de atrás. “¡Fuera, fuera, fuera!» también fueron otras frases. Las demás fueron insultos cuando tuvieron que desalojarlos, lo mismo que un visitante que al pie del Castillo se atrevió a fumar un cigarrillo. Un agente de la Guardia Nacional tuvo que retirarlo.

A diferencia de eventos anteriores, Mauricio Díaz Montalvo, director del Patronato de las Unidades de Servicios Culturales y Turísticos del Estado de Yucatán (CULTUR), no apareció para informar sobre el número de asistentes o del operativo “carrusel” que aplicaron para evitar atracones de autobuses de turistas en el estacionamiento. Hasta el baño principal del parador limpiaron a conciencia para hacer valer los más de 500 pesos por entrada que percibe este patronato.

Tampoco estuvo la titular de la Secretaría de Fomento Turístico (Sefotur), Michelle Fridman Hirsch, quizá por temor a que le pregunten por los guías de turistas “chafas” que no ha podido erradicar o por otros escándalos que ha protagonizado.

Sólo el arqueólogo Marco Antonio Santos Ramírez, director de la Zona Arqueológica de Chichén Itzá (INAH) estuvo ahí para calmar los ánimos de los turistas gritaban o que fumaban cigarrillos prohibidos. “Todo bien, todo bien”, comentó. Entonces se encargó personalmente del operativo de salida de visitantes.

La antigua ciudad de Chichén Itzá respiró tranquila: los turistas abordaron sus lujosos autobuses, los vendedores ambulantes empaquetaron sus ventas, los guías de turistas se llevaron los dólares en sus bolsillos…todo, todo quedó en paz, por lo menos ahora. Mañana será otro día.

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